miércoles, 25 de mayo de 2011

Con la "luz" que entregó Julio Serrano.

¡Qué noche horrible para jugar al fútbol! Estuvo lloviendo casi todo el día, llegamos al estadio pensando en el campo de juego, ya que no todos los terrenos tienen buen drenaje. Por suerte, la cancha se encontraba en perfectas condiciones, solo faltaba que los jugadores hicieran buen uso de ella. El espectáculo que nos brindaron no fue bueno, muy friccionado, con muy poco vuelo futbolístico. Se repartían las torpezas, alguno que otro se animaba a gambetear, pero sin llegar a inquietar a su rival. Sin buscarlo demasiado, Los Andes se pone en ventaja, desde afuera del área, Darío Ruiz remata, venciendo a Monllor. El Torito no se desesperó, siguió jugando de la misma manera, muchos toques, y poca efectividad. Todos los intentos, terminaban en los pies de los jugadores locales. Chicago centralizaba el juego, no utilizaba las bandas, lo que facilitaba el trabajo de los defensores de Los Andes. El "Mudo" Ruiz y Luna siempre buscaron la maniobra individual, olvidando que el fútbol es un juego asociado. El local se fue animando y casi convierte el segundo gol. Tridente se lo pierde solo frente a Monllor, porque dudó, quiso hacer el gol de su vida y por suerte lo erró. Chicago pudo empatarlo, pero Ruiz, otra vez (y van...) abortó el intento, por ser demasiado egoísta.

El segundo tiempo siguió con las mismas características, hasta que entró Julio Serrano, allí cambió el destino del cotejo. Les enseñó a sus compañeros cómo distribuir el juego, a los pocos minutos de su ingreso, el verdinegro no solo empataba sino que pasaba a ganar el partido. Bochi y Petrovelli fueron los autores de los tantos. Luego, la visita se queda con diez hombres, tras la injusta expulsión de Bochi. El "mil rayitas" se adelantó buscando la igualdad, hubo alguna zozobra en la defensa del Torito, generada por la inseguridad que trasmitía Monllor (lo observamos muy dubitativo). Así concluyó el partido, con un nuevo triunfo verdinegro, la cosa estaba pareja, hasta que la fea noche se iluminó para Chicago, con la "luz" que entregó Julio Serrano.